Se avecina otra batalla judicial empresarial. Accionistas de Pacific, inconformes con el acuerdo al que llegó la petrolera con un grupo de acreedores, anuncian demandas dentro y fuera del país.
Pacific Exploration & Production (E&P) es una de esas compañías que suelen andar de boca en boca, para bien o para mal. Durante sus primeros años en Colombia, todo el mundo hablaba de su éxito en la producción de petróleo y de su acelerado crecimiento. Muy pronto se convirtió en la compañía estrella y medio país tenía que ver con ella. Luego, cuando llegó la destorcida del precio del petróleo y afloraron los problemas, entre ellos los del alto endeudamiento, la crisis de Pacific E&P se volvió la comidilla del mundo empresarial y del mercado bursátil.
Por estos días ha causado gran revuelo el acuerdo que la petrolera pactó en Toronto (Canadá) –donde tiene su sede– con un grupo de acreedores, específicamente los tenedores de unos bonos. La decisión de la empresa tenía como propósito salvarla y proteger a los empleados y proveedores. Las consecuencias del arreglo, que deja viva la compañía, son fatales para los accionistas, que serán los grandes perdedores porque el valor de sus títulos podría quedar en cero.
“Desafortunadamente, con la reestructuración, las acciones actualmente en circulación serán canceladas sin contraprestación o sujetas a dilución, que dejará una porción muy pequeña o nada a los actuales accionistas. El impacto final en los accionistas será determinado en un proceso supervisado por una corte en Canadá”, le dijo a SEMANA un vocero de Pacific. (Ver entrevista).
Esto, por supuesto, tiene indignados a los accionistas que ya anunciaron demandas, por medio del abogado Jaime Granados. El malestar cobija tanto a grandes como a pequeños inversionistas dentro y fuera de Colombia. Un grupo que tiene cerca del 45 por ciento de las acciones le entregó poder a Granados para que emprenda las acciones legales del caso. Entre ellos, el grupo venezolano O’Hara que controla el 19,53 por ciento de Pacific y el mexicano Alfa que tiene el 18,95 por ciento de la petrolera.
También algunos inversionistas en Colombia se unieron a este grupo de demandantes. Cabe anotar que Pacific tiene en el país 7.600 accionistas, de los cuales aproximadamente 7.000 son personas naturales, que se estima tienen invertidos en promedio menos de 1 millón de pesos, es decir, se trata de muy pequeños inversionistas.
Granados afirma que el acuerdo anunciado la semana pasada, que este lunes será puesto en consideración de un juez en Toronto, está lleno de irregularidades y tiene poca transparencia. Para empezar, los accionistas se quejan de que se les ignoró durante las negociaciones con
Catalyst, el fondo que apoyó la reestructuración financiera de Pacific. No entienden por qué no se les tuvo en cuenta para capitalizar la petrolera y, en cambio, se tomó la oferta de ese fondo, que, según dicen, era la que más le convenía a Serafino Iacono, uno de los principales ejecutivos de Pacific.
El abogado Granados señala que la empresa descartó otras propuestas que estaban sobre la mesa. En representación de sus clientes, presentó denuncia ante la Fiscalía por presuntas presiones indebidas a la junta directiva de la petrolera para que se apresurara a aprobar la propuesta de Catalyst.
Granados también cuestiona el papel de la Superintendencia Financiera en este caso. Si bien reconoce que la compañía tiene su sede en el exterior, y que sus acciones fueron listadas en Canadá, también advierte que “hay una competencia residual en Colombia, en protección de los inversionistas locales”.
El superintendente, Gerardo Hernández, en su defensa, afirma que desde 2009 se permiten en Colombia las acciones doblemente listadas, pero recuerda que el prospecto decía claramente que como Pacific tiene su domicilio en Canadá, está sometida a esa jurisdicción administrativa y societaria. “El alcance de las funciones de supervisión frente a un emisor extranjero está enfocado principalmente en velar porque el mercado local tenga un adecuado flujo de información a los inversionistas teniendo como referente el comportamiento del mercado de origen, como es el caso de Canadá para el emisor Pacific”, dijo.
Lo cierto es que para los accionistas que hoy se sienten afectados, en esta historia hay mucha tela por cortar. Por ejemplo, dicen que Pacific llegó a esta situación, no solo por la crisis de los precios del petróleo, sino que su gestión no estuvo a la altura de las circunstancias y que sus gastos excesivos en medio del gran endeudamiento que tenía fue el puntillazo final.
Cabe recordar que en los tiempos de auge, Pacific se caracterizó por ser una de las compañías que mejores sueldos ofrecía a sus directivos. Un estudio del Centro de Alternativas Políticas de Canadá, de 2012, señaló que los ejecutivos de esta petrolera estaban entre los 20 que más ganaban en ese país. “Miguel de la Campa, José Francisco Arata, Serafino Iacono y Ronald Pantin, todos ejecutivos de la multinacional con activos petroleros en Colombia, ganan en promedio la no despreciable suma de 11 millones de dólares al año”, dice una nota publicada en la revista Dinero en ese entonces.
Por lo pronto, los accionistas inconformes esperan que el juez en Toronto aplace la aprobación de lo ya pactado, para dar la oportunidad de buscar otra fórmula salvadora que no vaya en detrimento de los actuales dueños. El vocero de Pacific le dijo a SEMANA que “lamentan profundamente cualquier dilución para los accionistas. Las condiciones imprevistas del mercado requirieron que la compañía tomara medidas drásticas para asegurar la viabilidad a largo plazo del negocio y preservar más de 2.400 puestos de trabajo”.
Del esplendor al ocaso
La historia de Pacific E&P es corta pero intensa. Llegó al país en 2007 de la mano de tres ingenieros de petróleo venezolanos y un italiano: Francisco Arata, Miguel de la Campa, Ronald Pantin y Serafino Iacono. Estos ejecutivos conocían el sector de hidrocarburos porque varios habían trabajado en Pdvsa, la petrolera del vecino país. Pero ante las políticas poco favorables al sector privado del presidente Hugo Chávez, decidieron buscar nuevos horizontes y el mejor lugar para hacerlo fue Colombia.
Su primera gran compra fue Petrominerales, una pequeña petrolera del empresario Germán Efromovich, que tenía una participación del 40 por ciento en Campo Rubiales, ubicado en Puerto Gaitán (Meta), uno de los municipios más pobres del país, que se convertiría en una lotería para los venezolanos. Con este ingreso se hicieron socios de Ecopetrol, que tenía una participación del 60 por ciento en dicho campo.
Con las técnicas aplicadas en Venezuela para extraer crudos pesados, los venezolanos lograron que Rubiales pasara de producir 15.000 barriles diarios a más de 220.000. El campo se convirtió en el primer productor de petróleo y la joya de la corona de la petrolera.
Otro golpe de suerte llegó cuando los precios del petróleo alcanzaron más de 100 dólares el barril. Con la mayor liquidez, Pacific emprendió un ambicioso plan de expansión. En 2008 ingresó en el transporte de combustibles al participar en los oleoductos de los Llanos y Bicentenario. En 2009 listó sus acciones en la Bolsa de Toronto (Canadá), con la posibilidad de negociar los títulos en la bolsa colombiana. En 2011, la acción de Pacific en el mercado local llegó a representar el 15 por ciento de la canasta del índice Colcap. Era la segunda, casi pisándole los talones a Ecopetrol.
En 2012, en plena expansión, la compañía adquirió a PetroMagdalena, una pequeña compañía con sede en Canadá. Y pagó de contado el precio, que ascendió a 243 millones de dólares. Al año siguiente hizo su mayor compra. Adquirió por 1.551 millones de dólares Petrominerales, otra canadiense que tenía bloques exploratorios en Colombia y Perú. Esta operación se convertiría, a la larga, en un gran lastre para la empresa por las millonarias deudas que comenzó a asumir.
El auge daba para nuevas inversiones. En 2013 entró al negocio del tratamiento de aguas residuales, cultivos de palma, e infraestructura con la construcción de Puerto Bahía, especializado en líquidos en Cartagena. A través de otras filiales, como Pacific Coal y Pacific Iron, invirtió en carbón y acero y hasta incursionó en los medios de comunicación al adquirir el 19 por ciento de acciones en Cablenoticias y un porcentaje accionario en El Tiempo, que después vendió.
La búsqueda de petróleo la llevó a adquirir activos en lugares tan exóticos como Papúa Nueva Guinea, mientras sus fundadores comenzaron a figurar en eventos nacionales e internacionales en los que aparecían con personajes de la política, la farándula y el deporte. Pacific fue un gran mesenas y patrocinador de festivales como el Festival de Verano de Manacacías, en Puerto Gaitán, donde desfilaron artistas de la talla de Juan Luis Guerra y Marc Anthony. También patrocinó el Pacific Rubiales Bogotá Open, uno de los torneos de golf más importantes de Suramérica, al que asistían las grandes figuras de este deporte a nivel mundial. En el torneo de 2012, al que asistió el expresidente Bill Clinton, se buscaba recaudar 1 millón de dólares para la fundación del exmandatario. Pacific, además, fue uno de los patrocinadores oficiales de la selección colombiana de fútbol.
La destorcida
Luego de la época de máximo esplendor, llegaron los problemas. Un gran golpe fue el anuncio de Ecopetrol, en marzo de 2014, de dar por terminada su asociación con Pacific en Campo Rubiales, a partir del 1 de julio de 2016, lo que afectó las expectativas del mercado y redundó en una caída de las acciones.
A la pérdida de su joya se sumó el desplome de los precios del petróleo a partir de agosto de ese mismo año. Como si fuera poco, la fuerte devaluación del peso –del 40 por ciento en un año– le asestó un golpe adicional a las finanzas de la petrolera, que tenía un endeudamiento de 5.300 millones de dólares.
A comienzos de este año la compañía dejó de pagar en dos ocasiones los intereses por sus préstamos internacionales, por lo que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s le bajó la nota de la deuda. Esta noticia se tradujo en una nueva caída en picada de sus acciones que llegaron a niveles mínimos de 1.110 pesos.
Analistas del sector afirman que el pago de las obligaciones comenzó a pesar mucho en la caja de la empresa, en momentos en que la liquidez descendía por los menores ingresos petroleros. Detrás del elevado endeudamiento estaba la expansión acelerada de la compañía a través de empresas en los sectores mencionados y una política de gastos excesivos. Un conocedor de la empresa afirma que los venezolanos impusieron una cultura de gastos desmedidos que cuando llegó la época de las vacas flacas y caída de los precios del petróleo se la llevaron al traste. El año pasado, por ejemplo cuando Francisco Arata, uno de los socios fundadores de Pacific, se fue de la compañía, recibió una millonaria indemnización de 8,3 millones de dólares, en plena crisis económica de la petrolera.
José Roberto Acosta, de la ONG Red de Justicia Tributaria, sostiene que los directivos de Pacific nunca explicaron el manejo que le dieron a las emisiones permanentes de acciones, cuyos recursos se destinaron no solo a comprar empresas sino también a las millonarias remuneraciones y compensaciones de sus altos ejecutivos. “Esa era una manera de sacarle caja a la compañía y descapitalizarla en beneficio de solo 31 personas, entre ellas Ronald Pantin, CEO de Pacific, quien tenía un conflicto de interés porque hacía parte de ese comité de remuneraciones”, dice Acosta.
Después de brillar como la petrolera privada más grande de América Latina, Pacific intenta comenzar una nueva etapa. El problema es que esta arrancaría con un pleito, pues los actuales accionistas no están dispuestos a quedarse por fuera de la otrora pujante petrolera.
Fuente: Semana